LA POESÍA ESENCIAL DE ANTONIO AGUDELO
Un poeta se mide por su vocación y su mirada. La vocación de Antonio Agudelo está fuera de toda duda; poeta desde su más temprana adolescencia, no ha dejado de ahondar en las fuentes verbales del Ser hasta entregarnos una poesía depurada y profunda. En cuanto a su mirada, ésta se sitúa en las más altas cotas de la exigencia poética. Madre es un canto a la misma poesía, al centro iluminador de la palabra, al espíritu creador del mundo. Poemas breves y profundos, en la línea de Hugo Mújica o Mallarmé, que rescatan el fulgor primero de la palabra lírica. Poemas que hablan de la epifanía de la revelación poética: ese “niño delante del cerezo”, “conducido por relámpagos”, nos hace pensar en un Rimbaud, poeta que preside la estirpe a la cual Agudelo pertenece.
Estamos ante uno de los poetas más auténticos de la nueva generación de la poesía española: la de Joaquín Pérez Azaústre, Pablo García Casado, Antonio Lucas o Eduardo García; la generación de Antonio Agudelo. La poesía del autor cordobés es ese “rayo de tiniebla” que nos atraviesa el espíritu, la oscura revelación del verbo que despierta y nace como un géiser. Los poemas de Madre nos regalan el destello que queda tras la profunda experiencia de la vida y la muerte. El amor, centro de esta poesía, se convierte en el eje de rotación del discurso. Un discurso fulgente, liso, hondo. Agudelo escoge la “soledad de los bosques” de la misma manera que San Juan de la Cruz, otro de sus mentores espirituales, escogió la senda de la revelación verbal.
Desde la más honda soledad creadora nacen estos poemas, este manantial de agua depurada y única. Debemos estar atentos a este poeta, que nos dará una obra profunda y distinta, pues otra de las características de la mirada de Agudelo es que no se parece a nadie. Está solo en su mundo de fulgor. Es el pionero de una rama mística y esencial dentro de su generación. Podríamos pensar en Valente, pero a Agudelo no le ha hecho falta el recorrido de toda una obra anterior para llegar a la escueta esencia; él parte ya de esa esencia:
gritan amor, amor,
tus labios desgarrados por la sed
Por ello es un poeta tan original. Como en Mallarmé, al que antes aludíamos, el poeta parte hacia la Estigia acompañado de ese único objeto con que se honra la nada: la palabra poética. Así la palabra acompaña al poeta Agudelo en sus idas y venidas, dejándonos a veces ciertas perlas caídas del tesoro espiritual que él lleva dentro de sí. He aquí, en los poemas de Madre, el testimonio de un verdadero poeta: aquél que ha llegado a la cima de las visiones y después ha recorrido el camino de vuelta para traernos fragmentos de sus conversaciones con esa zarza ardiente que es la poesía más honda y más pura:
en otro tiempo amaste a una piedra,
pero la piedra te enseñó el camino
hacia ninguna parte, hacia nadie
Madre es esa piedra del mundo, que muestra al poeta el camino hacia ninguna parte. Madre pura de Shelley: the everlasting universe of things. El camino hacia el centro del fulgor comienza aquí. El lector ha de aventurarse en una tierra incógnita. Verllama: espera en la luz. Así esperamos nosotros todas y cada una de las epifanías en la lírica de Antonio Agudelo, un poeta esencial de la nueva poesía española.
José Luis Rey, abril de 2009
Prólogo del libro de Antonio Agudelo que se publicará próximamente.
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